by - septiembre 26, 2016

  si lo habré explicado, si habré hecho todo lo posible para que lo entiendan, pero nada.
  Mirá, imagínate pasar horas, todos los días, durante años, con una persona. Imagínate lo que es acostumbrarse a la presencia de alguien, hasta el punto de necesitar que esté todo el tiempo con vos para que te sientas bien. Patético. Totalmente patético. Dañino y por qué no, controlador. Es que se convierte en una obsesión inmensa de la que cuesta mucho salir, porque tu mente ya está instalada en su presencia, quiere todos los días lo mismo, quiere sentirlo una vez más; y el proceso se repite pero nunca te cansás. Porque, lo querés. Porque ya no querés salir de eso, si no te hace mal, para qué. El tema es cuando se vuelve malo, cuando dependés tanto que nada más te puede calmar si no está. Ahí pensás, por qué debería alejarme si me hace bien. Y hay una diferencia, algo que realmente te hace bien, no te duele. Es así. Si te hace mal, se tiene que ir, no tenés por qué estar aceptando esas cosas para vos, porque vos no te merecés ese tipo de cosas. Y sí, cuesta, pero es cuestión de entender, que algo que duele es algo que ya superó límites, que raramente va a volver, es algo que ya se fue pero que deja rastro, algo que querés que permanezca cuando ya no puede, o simplemente, no quiere. 
  Mirá, pensalo, cuántas veces te habrás ido de la vida de personas que no querías más, porque se pelearon, porque no te pareció lo que decía ser, o porque simplemente, en silencio, te decepcionaste y te alejaste. Es lo mismo, no podés obligar a que algo o alguien se quede cuando no nace de esa persona hacerlo. Y es así, y duele, y se acepta, y se sigue. Qué sería de nosotros si no lo entendiéramos... Y, entonces  ahí, se aprende a soltar, nada de lo que venga después va a reemplazar lo anterior, pero siempre va a ser mejor, eso te lo prometo.

You May Also Like

0 comentarios