by - septiembre 01, 2016

  Tengo la clara certeza de que lo que queremos, pasa. No ahora, no cuando queramos, pero irremediablemente pasa. Aunque la mayoría de las veces no suceda como esperábamos. 
  Solía pedir y pedir, y siempre se me cumplía lo que quería, en la forma que quisiera. Pero una vez, me dejé cegar tanto por el dolor, que nunca pedí más nada, o al menos nunca más con esa inocencia que me caracterizaba, ese positivismo extremo que me ayudaba a seguir. Entonces, me volví mala. Era lo más oscuro que pudieran imaginar. No sentía, no quería sentir, estaba ciega por la negatividad. Quería que los demás sufrieran tanto como yo había sufrido. Y no me importaba ser así, yo me sentía bien. Nada de lo que le pasara a los demás iba a ser más importante que lo mío, nunca. Veía sufrir a los demás, veía dolor todo el tiempo, pero yo no podía mostrar más que indiferencia. Eran tantas cosas juntas. No lloraba, no hacía nada, todo daba igual. Las malas venían, las dejaba pasar.     
  Yo quería volver a lo de antes, quería ser la persona que se preocupaba a más no poder. No quería ser la persona que no demostraba nada, que parecía que todo le daba igual. Pero no podía, las lágrimas no salían, mi excesiva preocupación por mí misma seguía igual. Me llené de odio, rencor, decepción y todos los sentimientos malos que se puedan imaginar. Es que, mi único sostén para seguir, me había fallado. E irremediablemente, me sequé. No sentía absolutamente nada. Hacía cosas para lastimarme a mí misma pero nada parecía funcionar. Me miraba al espejo pero mi reflejo no coincidía conmigo. No podía sentir, no podía llorar, no podía hacer nada. Me sentía muerta, no encontraba razón para seguir si no estaba conmigo, me sentía sola, tanto como la primera vez. Pero, un día, perdoné. De verdad. Transformé todo mi dolor en alegría. Y siento, siento como antes. Porque perdoné, porque dejé ir todo rastro de rencor. Porque te perdoné a vos. Y en cuanto lo hice me sentí de nuevo. Porque yo me endurecí, pero vos me ablandabas. Y, cuando me fallaste, me endurecí tanto como la primera vez. Pero ahora sin tenerte estoy bien, y todo eso te lo debo a vos, más o menos por eso te quiero. Por eso pienso y afirmo que todo lo que deseamos, pero de corazón, va a pasar, y si no pasa, es porque no es bueno. Por más que lo queramos tanto como decimos.  

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