by - mayo 11, 2020

Siempre había pensado que el sentimiento más triste acerca de vos, eran las ganas de no quererme que tenías. La imposibilidad de querer. Desconoceré para siempre tu razón, pero nada dolía más que saber que vos no me querías, aún y cuando supieras que yo lo hacía todos los días. Tu indiferencia para con las cosas que te decía, jamás me importó. Siempre confié en mí misma y en que podía lograr que sintieras lo mismo que yo. Nunca pasó, pero siempre iba a seguir intentándolo, por vos. Cuando me desbordé de tanto decírtelo, me di cuenta de que yo no era capaz de cambiarte ni vos de sentir algo por mí. Entonces entré en un trance en el que recordé desde el día uno, todo lo que me hizo quererte. Y lo que hizo que me quisieras. Nos queríamos, era obvio. Y era mágico. Pero nunca fue verdad.
  Con el tiempo desabrigamos la rutina, creamos nuevas, y las finalizamos. Para dejarnos en un lugar en el que sí y en el que no: vos sabés que yo te quiero, pero no podés obligarte a nada. Y yo tampoco puedo hacerlo. Cada vez que me decías que sentías no poder corresponderme, podía afirmar que ese era el sentimiento más triste que podría experimentar hasta ese momento. No porque no me pudieras querer, sino porque no soportaba la idea de que estuvieras pensando en mí y sintiéndote mal por algo que yo no quería. Entonces una noche te lo dije de nuevo, y me lo volviste a decir: siento no poder corresponderte de la misma manera. No te preocupes, salió más o menos de mi boca. Y esa misma noche me di cuenta de que no podía seguir insistiendo por algo que probablemente nunca pasara, porque no podía seguir enamorándome de vos. Los pasitos de tortuga comenzaron otra vez, ya los conocía: cada cosa que hiciera por evitar seguir queriéndote, estaba bien. Y fue muy difícil, porque vos no tenías idea de nada de todo eso que me estaba pasando y seguías tratándome tan dulce como el primer día. Eran aciertos las veces que podía aguantarme no querer decírtelo.
  Con el tiempo desabrigué mi rutina, y hacía mucho tiempo que no estaba tan asustada. Porque te confié el sentimiento más grande que había sentido y cómo vos lo habías superado en tan poco tiempo. No pensé que iba a poder volver a querer. ¿Y ahora que te quiero?
  Te puedo querer con mi vida, pero yo ya me conozco. Sé mis limitaciones y que siempre todo tiende a estar bien. Y aún así sentía que eras la persona perfecta para mí y que me iba a ser imposible intentar dejar de quererte. Pero con tiempo, y sobre todo haciendo todo a mi manera y sin lastimarme, me di cuenta de que había algunas cosas que no podían ir más, de que no podía quererte más. Entonces me di cuenta de que el sentimiento más triste es dimensionar el desamor que le empezás a tener a una persona. Porque rompés lazos, quebrás recuerdos, te despreocupás de las ausencias. Un día querés a alguien y cuando te parás a verte, ya no está. Ese momento en el que toda la ilusión y el sentimiento se quebraron para siempre: te quiero pero voy a hacer hasta lo que no pueda para no intentarlo más.

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