by - abril 18, 2016

Me quedo atónita observándote, nunca vi algo mejor, tan original, tan sublime, te juro que dabas paz. 
  Te reís, se te alumbran los ojos, la luz te achica las pupilas, agachás la cabeza por timidez, sonrío, das ternura. 
  Jugás, tocás los juguetes, agarrás los autitos, los hacés chocar, te acomodás el pelo y me volvés a mirar, bajo la mirada y sonrío, me matás. 
  Decís cosas que carecen de sentido, te morís de la risa sentado en ese sillón negro, estás lleno de juguetes a tu alrededor y no te importa nada, porque vos estás feliz y yo, no te lo puedo explicar de una manera coherente. 
  Me olvido de que hay más gente cerca, realmente no me importa, ellos saben que te quiero. Ella no me cree, tu amigo no lo sabe para ese entonces. 
  Te ponés un sombrero, te ves tan lindo, no te puedo dejar de mirar. Hacés cosas así y me sacás las sonrisas más sinceras del mundo.
  Juegan, se caen, se ríen, la pelota casi se les cae por la ventana, juegan hasta el cansancio y esa pelota roja termina perdiéndose detrás del sillón.
  Transpirás, hasta así te ves hermoso. Tomás agua, te sentás, volvés a jugar con los juguetes, sos un nene, siempre lo vas a ser. 
  Lo que menos hacen es hacer tarea, ni siquiera la hago yo, porque yo, estoy perdida mirándote, y vos,  estás con las espadas de plástico y las armas del mismo material. 
  Te vas sin saludar, me enojo y reclamo por reclamar, volvés sonriendo y te despedís con un beso en el cachete, "nos vemos", me decís, y ese primer saludo y ese día, no me los olvidé nunca más.

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