by - septiembre 26, 2017

Y de repente te paseás por mi mente. Me pongo nerviosa, sonrío. Es como si estuvieras en frente mío y yo no pudiera hacer nada más que estremecerme. 
  Ya hace tiempo que no podía creer en nada. No te voy a mentir, quise y con el alma. Dejé de creer por mucho tiempo en eso que decían era querer, y de repente apareció otra persona que me enseñó que yo podía. Pero pasó similar, quise y de verdad. Pero volví a entumecerme, dudaba. Dudaba de que pudiera querer como la primera vez. 
  Ahí apareciste vos. Justo en el momento que dije con absoluta seguridad que quizás no estaba tan equivocada, que por ahí nunca iba a volver a querer así. De más está decir que me desconfiguraste el control sobre mí misma y que eso me encanta demasiado. No hace falta aclarar, tampoco, que me hacés bien, aunque no lo sepas. Cada vez que me mirás no puedo evitar sentirme bien y correr la mirada, porque me da pena que me veas. Pero también me encanta que te des cuenta. 
  No voy a hablar sobre finales tristes ni complicaciones que ya existen, sólo voy a decir que ya me enseñaste que puedo, y que puedo siempre. Lo demás, para mí, ya no importa tanto. Sentir está bien y no importa quién esté del otro lado, menos si estás vos.

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