by - octubre 05, 2017

  Hoy le escribo a él, como tantas otras veces. Porque hasta el día de hoy me pregunto qué pasó, cómo fue que todo terminó.
  Me acuerdo como si hubiera sido ayer la primera vez que lo vi. Jamás me había pasado, lo miré y simplemente me quedé tildada. Nunca más pude sacármelo de la cabeza y fue como automático. Y todavía hoy me pregunto qué me pasó, cómo fue que me enamoré tan fácil. 
  Nunca lo había visto y desde ese día no dejé de verlo nunca más. De repente lo encontraba en cada rincón de mi cabeza, cada vez me enamoraba más. Me enamoré tan de la nada, sin motivos, sin razones, no encuentro respuesta a lo que me pasó esa primera vez que lo vi. Fue como si lo conociera de toda la vida y quisiera pasar lo que me quedara con él. 
  Lo veía y me nacía del alma ser feliz, veía que sonreía y no quería dejar de mirarlo nunca. Literalmente me pasaba horas observándolo. Mil veces me habrá descubierto y siempre seguí. Qué sé yo, me tenía tan mal. 
  Él me modificó tanto, a veces no puedo ni recordar cada cosa que me hizo ser.
  Hizo que creyera en el amor, en querer a alguien. Y lo quise de la forma más pura, más inocente, prometiendo que para siempre iba a ser él. Va a ser siempre el amor más sincero que sentí por alguien y de eso no me voy a arrepentir nunca. 
  Me quedaron sus gestos, me quedó el sonido de su risa, y su forma de ser. No me lo olvidé nunca, es como si se hubiera impregnado en eso que soy ahora. Me quedé con sus detalles y con sus manías. 
  Me quedé con cada vez que me hizo sonreír y con las sonrisas más sinceras que regalé en toda mi vida, siempre fueron suyas. Me quedé con lo bueno, no con lo malo.
  No me quedé con su forma de mentir, con su egoísmo ni con su falsedad.
  Me dejó su marca de agua, la de nunca más poder querer igual. Me dejó mis lágrimas más sentidas, mi desamor más lastimado. Me dejó las ganas de no querer a nadie más. Y para mí no hay nada más triste que eso.
  Me dejó su vuelta repetida, su recuerdo irreemplazable, su personalidad inconfundible. 
  Le dejé mi amor más sincero y mis más profundas ganas de querer. Le di lo mejor de mí y arreglé lo peor que yo tenía, mejoré por él y jamás lo supo. Y esa es una de las razones por las que hoy lo veo y le sigo agradeciendo. 
  Me arregló partes que no sabía que estaban rotas. Me abrió la mente completamente, me hizo ser mejor. Me hizo sonreír cuando no quería y me hizo replantearme todo lo que hacía de mi vida. 
  Me hizo darme cuenta de las cosas que tenía mal, de las tristezas sin motivo, de lo mucho que lo quería. 
  Y le dejé mis sentimientos más lindos, los más primeros, los más inolvidables. Las primeras ilusiones, los primeros llantos, el primer amor.
  Le atribuí mis mejores tiempos, la razón de mis mejores años, la razón de mi alegría. Lo hice protagonista de mis mejores historias y de mis más grandes sonrisas. 
  Por Dios, lo quise como no sabía que se podía querer. Y le di lo que no existía ni sabía que tenía. 
  Y lamento que se haya estropeado todo ese amor, juro que fue de las cosas que más me dolieron en el mundo. 
  Es tan simple como decir que quise a ciegas, y creo que no hay mejor definición que esa. Quise una mentira, me enamoré de algo inexistente y sin embargo lo proclamé real sin dudarlo. 
  

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