by - octubre 11, 2017

  Qué mal me siento. No encuentro un motivo que quiera contar. Miro alrededor, hay poca luz, se está haciendo de noche. Hay gritos, gente diviertiéndose. Hay nueve luces en el techo, distribuidas en filas de tres. Del lado derecho de la pared hay cuatro ventanas visibles, y del lado izquierdo puedo ver cinco.
  Llueve, o llovizna. A mi derecha mis amigas ríen pero yo hoy no pertenezco a ese grupo, hoy no quiero reír. A mi izquierda, hay un grupo de cinco personas, tres chicos y dos chicas. Entre ellos hay una pareja. Y hay una chica discutiendo con un chico, pero ríen. Ella lo mira con amor, él no parece darse cuenta. Levanta su cabeza lo más que puede para poder mirarlo, él se mantiene con el celular. 
  Hay muchas personas, muchos grupos. Grandes, medianos, chicos. ¿Pero alguna vez sentiste estar en el medio, y sentir que nada era real?
  Yo ya me tengo que ir, pero la cosa sigue. Afuera me voy a mojar y voy a esperar el colectivo, y mi amiga me va a interrogar, preguntando qué me pasa y por qué no quiero contarle nada. 
  De frente está la persona que me gusta, ni con eso puedo sonreír. No sé bien qué me pasa y no quiero averiguarlo. No quiero estar bien hoy, mañana qué sé yo. 
  Muevo la muñeca y la pulsera hace ruido. Me duele la espalda de tanto estar parada. Las uñas se me despintaron y el pelo se desordenó. Seguramente el rubor haya desaparecido y al ojo pintado con delineador se le haya salido un poco el color. 
  Estoy en la parada, no cae ni una gota. Mi amiga me hace preguntas a las que ni siquiera yo les tengo una respuesta. Rodeo con mi brazo izquierdo el tubo verde de la parada, y observo hacia adelante. Se mantiene al lado mío, se da cuenta sola de que necesito estar en silencio. Pasan como tres minutos así, me alivio un poco. 
  El colectivo no viene, hace frío. Hoy no me abrigué porque pensé que iba a hacer calor. 
  Ya son 15 y contando los minutos que no pasan y el colectivo que no viene. De la mano de en frente pasan dos seguidos, intento entender que se demoró el que debería estar llegando, porque uno de esos que pasaron se adelantó. Pero me enojo igual. Quiero llegar a mi casa y no sé qué quiero hacer, porque no tengo ganas de nada.
  Pasan dos autos a la par, uno bordó y otro verde perlado. No sé qué tienen de especial pero me detengo a observarlos mientras pasan por al lado mío.
  A mi izquierda está un chico que me cae mal, eso me da más mal humor. Llega el colectivo, me siento. Con mi amiga no hablamos nada porque estoy lo suficientemente ocupada mirando por la ventana y escribiendo. Recuesta la cabeza sobre sus manos en el asiento que sigue. Me dan ganas de llorar, pero me mantengo neutra. Se baja y espero una cuadra más para hacerlo yo.
  Camino casi una cuadra y veo a mi mamá llegar, las manos en el bolsillo y la ropa totalmente descombinada. Me abraza fuerte, la agarro como si todo mi día dependiese de ese encuentro y mi humor mejora drásticamente. Caminamos y le hablo como si nunca hubiese estado callada, como si nunca hubiera tenido tantos malos pensamientos en mi cabeza. 
  Cocino algo para merendar y hablo con mi hermana. Escucha música que a mí no me gusta, pero hablamos lo más bien. 
  Ahora estoy bien, a veces pienso que odio la rutina, pero amo la mía. Y si no la tengo me desestabilizo completamente.

You May Also Like

0 comentarios