by - abril 12, 2018

☆Hace unos meses escribí esto:

Hace unos años que empezó a hacerse más público el tema de la sexualidad. Específicamente la homosexualidad y la bisexualidad. Soy hombre y me gusta un hombre. Soy mujer y me gusta una mujer. Puedo ser lo que sea y que me gusten los dos sexos.
  Con el tiempo como que se fue aceptando ó quizás normalizando un poco más el tema. Cada vez lo aceptaban más personas. 
  Personalmente alrededor tengo más de una persona que se sintió atraída por una persona del mismo sexo, familia incluida. Y no era algo que yo entendiera, porque a mí me gustaban los chicos y no veía como posibilidad de que a alguien más le pudiera pasar lo contrario. “Hasta que no lo pases no lo vas a lograr entender” dicen. 
  Yo lo apoyaba pero no lo entendía. Si no me pasaba a mí y nunca lo había pasado en carne propia, no podía saber cómo se sentían esas personas. Aún y cuando me contaran cómo lo hacían. 
  Desde la primera vez que sentí que estaba amando jamás se me ocurrió desligarme de ese sentimiento, y aún cuando me faltasen tantas cosas por vivir sabía que eso era una de las cosas más lindas que iba a poder sentir en toda mi vida. Esa primera vez no tuve miedo de amar, nadie me había dicho jamás que eso existía (es más, me negaron su existencia) y no me sentí asustada por querer.
  Cuando las cosas ó personas que querés por primera vez se van, es cierto que hay algo que cambia. Quizás nunca encuentres qué, ó no quieras darte cuenta; pero empezás a tener otros pensamientos, ideas, formas de ver lo que tenés en frente. Y no está mal, todos cambiamos, todo el tiempo.
  Tantas cosas al mismo tiempo te pueden causar estrés, malestar, tristeza. Te podés enojar cada día por lo que pasa afuera y adentro tuyo. Yo no sé qué sentís pero vos sí lo sabés, y sabés lo que te frustra no poder controlarlo. 
  Cuando somos adolescentes es obvio que vamos a encontrar a nuestro “primer amor”, y vamos a querer mucho. Nos vamos a desilusionar, vamos a perder amigos, familiares. Es como una etapa donde perdés y si no aprendés de eso, no sirve de nada. Para mí la adolescencia es donde aprendés todo por primera vez, o se forma la base de lo que vas a ser por el resto de tu vida. 
  Se cree que somos débiles, que no podemos aguantar nada, que todo lo que pensamos está mal, que todo va a pasar en algún momento. Pero todos, absolutamente todos pasamos por lo mismo. Y si no sos capaz de entender lo que vos pasaste una vez, no sé quién es el equivocado.
  Hay mucho desentendimiento por parte de las generaciones más grandes para con nosotros. Uno de los temas más públicos hoy en día es ese, la sexualidad que altera a lo "normal".
  Yo no puedo decir que está mal lo que piensan, porque es lo que creen. No sé por qué creen en eso, pero sí sé que cuando creés en algo por mucho tiempo, cuesta cambiar esas ideas. Se ve imposible, algo que claramente no va a pasar. Pero siempre hay excepciones.
  Hay muchísimas personas que conozco que les gusta alguien de su mismo sexo. Y que tienen miedo de decírselo a sus padres. ¿Yo qué les podía decir más que “anímate”?, nada. Porque yo no lo entendía. No entendía el miedo, la desesperación que causa ser lo que te advirtieron que estaba mal. No comprendía la tristeza que produce no poder decir quién sos, no poder animarte a gritarlo, no asimilaba lo malo que era esconderse de todos esos que afirmaban una y otra vez lo que debías ser.
  Casi siempre son los padres. Yo entiendo que hay diferencia entre lo que sucede ahora con lo que pasó hace décadas atrás. Ellos sentían diferente, pensaban diferente. La sociedad era otra, sus padres eran otros. Eso hay que entenderlo antes que cualquier cosa. 
  Yo lo entiendo como hija y como adolescente. Pero vos, que sos padre, ¿lo entendés? ¿Entendés que, más allá de lo que vos quieras, imagines, desees, veas a futuro, tu hijo/a es otra persona completamente diferente a vos? No podés ser dueño, prohibirle que quiera, que aprenda, que ame. Porque si lo ves mal, que lo intente y vuelva hacia atrás de nuevo. Que experimente, que entienda que no existe sólo lo que vos le dijiste que existía. Que pueda ser capaz de ser una persona con sus propios criterios, opiniones, formas de ver la vida. Porque más allá de todo lo que quieras, estás prohibiéndole volar. Y como hija yo imagino que cuando querés a una persona así, lo que más querés es que pueda ser feliz. Y ser feliz no es lo que vos creas, ó lo que vos necesites para serlo; porque ese sos vos, esa es tu persona, ahí se acumulan tus vivencias, tus recuerdos, lo que vos aprendiste. No lo que aprendió tu hijo/a, porque tiene que aprenderlo por sí solo. Y si vos no dejás que viva, que ame a quien quiera, que crea en lo que le hace bien, en lo que le llame la atención, en lo que quiera en el momento, ahora, ya: ¿cómo va a ser? 
  Va más allá de lo que vos creas, en lo moral. Se trata de aceptar que más allá de que no te guste lo que tu hijo/a eligió ser, vos puedas estar feliz porque él/ella puede serlo, como quiere, como siempre quiso. 
  Para mí no hay nada mejor que ver feliz a la persona que amás, ver que le brillan los ojos, que se siente feliz de vivir, que más allá de lo que eligió ser es buena persona, que tiene sentimientos buenos, intenciones que lo/la hacen valioso/a. Yo te lo digo como alguien que entendió que se podía amar a cualquier persona.
  Más arriba había dicho que no lo entendía, es cierto. Pero un día me pasó, me enamoré de una chica. Y sentí miedo, sentí que había algo malo en mí, que no se lo podía decir a nadie porque todos me iban a criticar, me sentí muy sola. Me sentí triste, lloré porque no podía pasarme eso. 
  Sólo se lo dije el mismo día que me pasó, a mi mejor amiga. Yo tenía toda la confianza en ella, pero ella no me entendió. Me dijo que estaba mal, porque tenía sus creencias. No peleamos, pero sí me enojé un montón, para ese momento se lo había contado a más personas y todas me entendieron, me apoyaron y me dijeron que no había nada de malo en mí, que todos deberíamos poder querer de la misma manera. Me sentía tranquila, después de tanto intentar que lo que me pasaba se fuera, dejé que se quedara todo el tiempo que quisiera permanecer. 
  Y por eso puedo entender ambas partes, a los que están en mi misma situación, porque sentimos miedo todavía; y también a los que no lo aceptan, tenemos una distinta forma de pensar. Quizás nunca lo entiendan, quizás sí; mientras tanto, para mí sólo deberíamos poder ser felices.

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