Cuatro años

by - abril 07, 2018

  Cuatro años es un montón de tiempo, en serio que lo es. En cuatro años cambió toda mi vida. Se fue un montón de gente, conocí a todos mis amigos, cumplí años reiteradas veces, crecí un montón en todos los sentidos. En cuatro años pueden pasar un montón de cosas. Pero vos estuviste presente sólo en uno, y me marcaste los otros tres. Hasta no hace mucho podía seguir confirmándote que mi año favorito fue ese en el que te conocí. Pero nada, después te fuiste y no te vi <<casi>> nunca más. Pero los años pasaban y no te ibas, de alguna manera siempre podías volver cada vez que intentaba seguir. "No te equivoques, jamás me fui" siempre me decías, aunque nunca me hayas dicho nada, ni siquiera una explicación. Y te juro que dolía un montón, porque te necesitaba más de lo que jamás necesité a alguien, y no estabas. Cuando me sentía mal, no te lo podía decir. Cuando vos estabas mal, no me tenías que decir nada, porque yo ya lo sabía, y tampoco te lo podía decir. Hasta afirmaría que a vos te importó poco y nada, todo lo contrario a lo que decías sentir. Yo no sabía cómo expresar ni para mí cuánto necesitaba que te quedaras. Te fuiste y nunca te pude culpar por eso, de alguna manera siempre me culpé a mí, aún y cuando nada tenía que ver, pero igual lo hice. 
  Siempre recuerdo que cuando vos estabas lloraba sin razón, todos los días. Pero desde esa vez que te vi mientras te ibas, nunca más pude llorar. Lo intentaba, porque sabía que me hacía mal guardarme todo eso. No lo podía hablar como quería, porque no sabía qué sentía. No podía llorar, porque las lágrimas se asomaban pero jamás caían. Pasó un montón de tiempo, me acostumbré a no llorar y muy poco a hablarle a los demás cada vez que me acordaba de vos. Que, por cierto, era más de lo que me gustaría admitir. 
  Me reprochaba el no soltarte a vos y a los pocos o nulos recuerdos felices que teníamos, pero al final del día ya estaba queriéndote otra vez. Y un domingo parecido a esos que me hacían acordar a tu ausencia, lo intenté. Con un poco de esperanza porque eso siempre habita en mí, pero también con ese pesimismo de saber que jamás iba a poder, porque con vos nunca podía. Siempre me sobrepasabas, siempre superabas mis límites y mis intentos. Me acostumbraste a no poder ó quizás te creí por demasiado tiempo. Pero esta vez, lo iba a intentar. 
  Y cada día era igual, trataba de hacer algo distinto como para sentir que estaba avanzando. Se cumplió un mes y seguía intentando. Con el pasar de los días todas esas cosas donde vos aparecías, te fueron borrando. Nombres, canciones, olores. Se me hacía extraño, ya no recordaba qué se sentía, hasta desconocía si hubo algo antes que vos. 
  Y llovió un día de abril, como el mes en el que te conocí. Caminé abajo de la lluvia porque no sabía que llovía cuando salí de mi casa. Y la remera gris se llenó de gotas grises más oscuras, y el cielo estaba gris también. Era el escenario perfecto para encontrarte o tan siquiera recordarte, pero eso no pasó. La lluvia no me gustaba porque siempre me hizo acordar a vos, de eso habré escrito cientos de veces. Por eso cada vez que llovía me iba a dormir, aunque después me enojara conmigo misma por desperdiciar todo un día: si vos no estabas el día ya estaba desperdiciado aunque no lo quisiera admitir. Pero llovía y sólo eran gotas que caían del cielo y me mojaban la remera y las zapatillas. Entonces ahí me sentí más extraña que nunca, no sabía qué hacer con todos esos cambios. 
  Los días siguieron pasando, y un miércoles fue especial. Se hacían cuatro años de que te había conocido, pero no hice gran espamento por recordar cada cosa de ese día, porque no sentía la necesidad. Y ese miércoles, a la noche, salí al balcón. No salí por ninguna razón. Pero salí, me asomé al borde, y miré el cielo. Sentí paz, nada más que paz. Ni a vos, ni a los recuerdos, no sentí nada de eso. Y en ese preciso instante fue cuando me di cuenta de que ya no te necesitaba, ni te quería, ni te recordaba como la primera persona que necesité, ni que quise, ni que se fue. Me dieron ganas de llorar, eso necesitaba para confirmarlo. Si lloraba, era un sí. Si no podía, era un no. Esperé horas. Cuando me fui a acostar, lo intenté. Lloré, lloré un montón. A cada rato me detenía porque eran demasiadas emociones juntas. Me fijé la hora, el miércoles casi se estaba yendo y entre tanto mundo, las casualidades se presentan una y otra vez: te superé el mismo día en el que se cumplieron cuatro años de que te conocí. 
  Cuatro años es un montón de tiempo, te puede pasar de todo. Cuatro años me tomó entender muchísimas cosas, y dejar atrás a incontables personas. Cuatro años pasan volando y, cuando te das cuenta, las cosas cambiaron demasiado. Pero en medio de cuatro años te encontrás miles de veces intentando cambiar eso que después se va y no vuelve nunca más. 

You May Also Like

0 comentarios