Tengo miedo, estoy sobrepasada. El futuro siempre me aterró, me llené de inseguridades al momento de reflejarme en él. Y lo evito, hace años que lo hago. Sólo me enfoco en el presente, y por eso un montón de personas alrededor se enojan, porque no pienso en lo que va a venir y, con estar bien hoy, me alcanza. Un presente feliz será un pasado en el que me la voy a pasar sonriendo. Y por eso el futuro me asusta, porque no lo puedo controlar, no lo puedo ver, no voy a saber jamás qué hacer. Digo, el futuro va a ser presente, quizás sepa sobrellevarlo. Pero pensar en lo que en este momento está distante me genera mucho malestar, no me lo recuerden, no me lo muestren, me da ganas de llorar. El futuro me supera y no es algo que a lo largo de los años haya podido manejar, simplemente pasa. 
  Y el presente está impregnado de mi alegría, pero también de mis miedos. No son tantos, pero asustan un montón. Y también está impregnado con su presencia, esa que constantemente me alienta a decirle al miedo que se vaya. Está en todas partes, es mi pasado, es mi presente, e indefectiblemente, necesito, no quiero, que sea mi futuro. Que esté, como pueda, no importa la manera. Y en el momento en el que empiezo a imaginarla justo ahí, en el futuro, que se asemeja bastante a un círculo oscuro, o con escasa iluminación, al menos hasta que te acercás lo suficiente, se va. Se va. Me imagino que desaparece, que se esfuma de mis manos, que en cualquier momento de eso que está adelante, no está más. ¿Y qué hago yo si mi presente de ese instante se oscurece, y termino siendo todo eso a lo que le temo? Quizás por eso le tengo tanto temor al futuro, porque no quiero que te vayas.