by - junio 21, 2016

  No quedó nada. No existen emociones que pudiesen explicar la lentitud con la que se desplazan las cosas desde que no hay una mínima señal por tu parte. El globo se infló, se elevó demasiado alto y terminó por pincharse, deshaciéndose de cualquier obstáculo que impidiera que te fueras. El reloj se quedó sin arena, salpica agua de tantas veces que intentamos limpiar lo que nos lastimaba. El libro se mojó, deformó la tinta de sus hojas y echó a perder nuestra historia. 

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