Llenate de vida, de gente que te apoye, de personas que te contengan. Cuidá a los que siempre están ahí y no te preocupes tanto por los que se fueron. Abrazá con amor, fotografiá momentos que no quieras olvidar, y sonreí cada vez que ronden por tu mente. Mirá con cariño, y sentite afortunada de tener a alguien así en tu vida. Valorá la casualidad (ó quizás no tanta) de haber perdido a una persona y haber conocido a otra el mismo día. No es reemplazo, nunca lo sería; pero te sanó toda esa herida que te dejó. 
  Llenate de lo que es, de lo bien que te hace sentir, y atesorá recuerdos. No veas que en un futuro se termina porque eso claramente no lo sabés, y quizás nunca pase.
  Recordá días, recordá momentos, recordá risas conjuntas. Volvé a sentir el cielo celeste sin nubes, los nenes jugando a la pelota, los pastitos arrancados, los silencios cómodos, el tiempo que pasó volando. El calor que hacía, el árbol que hacía sombra, el pasto húmedo. 
  Llenate de vida, atesorá amistad, porque quizás jamás encuentres otra igual.