by - septiembre 23, 2018

  Me imaginé cambiando lo que me hacía feliz y no encontrando algo que querer otra vez, y así me vi, triste, en un futuro que me tenía temblando y temiendo y que no iba a tener nada bueno para mí, porque después de todo ¿me lo merecía? Yo creí que no. 
  Me imaginé dejando lo que ya empezaba a lastimar, para buscar algo que valiera que haya llorado tanto. Pero cuando miraba para adelante no había nada bueno, pero mirando hacia los costados o hacia atrás, ahí me quería quedar. 
  Me imaginé alejándome de algo que ya no me hacía sentir bien, con el miedo a no volver a sentirme de la misma manera. Imaginaba pero jamás daba el paso, siempre me detenía, porque ¿para qué iba a ir a otro lugar si acá lo tenía seguro? O, en realidad, ¿habría algo más, justo para mí? 
  
  Cambiando, me di cuenta de que para lo que ese momento era futuro, era lo mejor que podía esperar. Y cambiando también me di cuenta de que justo en ese momento en el que estaba, iba a ser una puerta hacia un otra vez, pero no me iba a dar cuenta al momento de entrar. 
  
  Yendo al hoy de los poesías constantes y a la primavera lluviosa, me acuerdo de todo eso. Volviendo a los domingos ansiosos que me preguntan si existieron de verdad, que si así fue por qué dejé que se fueran. No sé cómo decirles que si seguían estando, todo ese futuro al que le temía iba a ser realidad. Porque no sé si esperaba lo peor porque realmente no podía haber nada bueno, o porque permaneciendo ahí ese futuro estaba asegurado. 
  Volviendo al hoy de las miradas escondidas y de las canciones que nunca alcanzan, que nunca llenan, y que no son suficientes para expresar todo lo que me gustaría decir. Hoy no es precisamente el mejor momento en el que alguna vez estuve, y en vez de mirar la lluvia y escribiendo, me gustaría estar con quien quiero. 

  Es todo lo que hacemos. Quienes escribimos alargamos los sentimientos, para ver sus partes y asimilar por qué son tan grandes y nos dejan temblando. 
  Eso hacemos, pensamos constantemente en los cambios que dejaron de serlo en el momento en el que cambiaron.
  Miremos a donde miremos habrá algo que anotar y que escribir, algo con lo que hacer poesía. Algo con lo que recordar el ahora antes de que se vaya. 
  Hablemos lo que hablemos, siempre vamos a estar pensando en otras cosas, en frases que llegan de repente y nos olvidamos de anotar. 
  Escribiendo lo que sea, siempre nos va a quedar algo que decir, es el lugar justo donde no ingresan las palabras. 
  Oigamos a quien oigamos, siempre nos van a surgir ideas que jamás podrían salir más que de nuestra imaginación.
  Es todo lo que hacemos, quienes escribimos no somos precisamente el ejemplo al que seguir, pero estamos llenos de decisiones tomadas y cosas que vimos cambiar, y quizás alguna vez seamos dignos de admirar, cuando ayudemos a mirar.

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