by - noviembre 13, 2018

  Y lloré porque te quería. Lloré cuando no te podía ver. Cuando soñaba con vos. Cuando te enamoraste de otra persona que no era yo. Cuando éramos iguales. Cuando me gustaba escucharte. Cuando me escuchabas. Cuando me mirabas. Cuando me sonreías. Lloré porque te quería, supongo. Cuando hablábamos de cualquier cosa y era lo mejor que podía pedir. Cuando eras lo mejor que podía pedir. Cuando llegaste y no estaba lista. Por la manera en la que me hiciste estar lista. Por las canciones que nunca te mostré. Por todos mis escritos que te reflejan en todo momento. Por todo el tiempo que te negué. Por todo el tiempo que me lo negué. Cuando te extrañaba. Cuando escucho una canción que te dediqué incluso sin saber que te gustaba. Cuando vos se la dedicaste a otra persona, y ahora ya no la puedo escuchar sin acordarme de eso. Lloré porque te quería, supongo. Por la manera en la que te quiero. Por la manera en la que me gustaría que me quieras o te quedes. Por la manera en la que sé que no voy a pasar toda mi vida. Porque no voy a estar así para siempre, y lo sé gracias a vos. Por ser simplemente vos. 
  No hay mucha vuelta, lloré porque te quería. Y a veces todavía lloro porque te quiero y te sigo queriendo. No voy a decir que ojalá en un futuro ya no te quiera, o que para siempre lo voy a hacer. Te quiero justo y necesario, ni para siempre ni con un fin, una especie de intermedio en el que jamás me había encontrado, y parece ser que sólo entré ahí a causa tuya y quizás salga por la misma razón, pero cuando lo tenga que hacer. Sé que últimamente lloro porque no me fuerzo, porque no me obligo, lo aprendí de vos, quizás por eso también te quiero. Quizás te quiero porque me hacés quererme cuando pensé que no me podía querer más.

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