Hoy por primera vez no voy a cagarme a mà misma, ¿por qué tengo que buscar una razón para estar mal cuando me siento bien? Yo quiero mi propia felicidad. Y eso es algo que entendà hace mucho tiempo. No quiero que haya de por medio razones que me arruinen lo que quiero (vos). No quiero estar mal por algo que no depende directamente de mÃ, no quiero ni acepto someterme a arruinarme una vez más por algo que no produce algo más que malestar. Y ojalá lo entiendas. Que siempre va a depender de vos el estar bien. Que podés buscar la luz en los problemas. O podés estancarte otra vez en algo que sólo te ciega. Eso no es felicidad, eso es querer seguir estando mal.
No tengo noción del tiempo. Me siento sin preocupación y viendo todo como realmente es. Incluyéndote. Y es una sensación tan plena, que extrañaba tanto. Eso de sonreÃr sin que duela. Eso de agradecerte todo lo que me enseñaste. Eso de verte y no sonreÃr, eso de sentir que todo es como antes de la primera vez. Y lo cierto es que normalmente me arrepentirÃa de haberme lastimado tanto con tal de no soltarte nunca, pero entendÃ. Entendà que sin haber vuelto una y otra, y otra, y otra vez, no serÃa nada como es ahora. Y mirá que tardé mucho tiempo en entenderlo, pero también entendà que valió la pena. Lo valiste todo: el llanto, las risas, la felicidad, y las ganas de quererte para siempre; porque eso no va a cambiar, te lo prometo. Hoy puedo decir que no sos más que un recuerdo, pero el recuerdo más hermoso que tuve hasta ahora, y te juro que no va a volver a doler, que voy a sonreÃr cuando estés feliz, que voy a darme paso a otras cosas, y, que sobre todo, nunca voy a olvidar todo lo que me hiciste pasar, tanto lo bueno como lo malo, va a permanecer en mi mente para que no vuelva a suceder, para no equivocarme tanto como la primera vez. Porque aprendà y me enseñaste, porque te quise.
Y por ahà hoy tampoco es un buen dÃa. Quizás tampoco quiera decÃrtelo. Aunque quizás necesite que te des cuenta. Solo. Sin preguntas ni reproches. Que simplemente hablemos y sienta que te tengo. Aunque eso no esté muy claro en mi porvenir. Aunque eso no sea lo que espere. Ni siquiera hace falta explicarlo, a veces no importa qué, cómo, dónde ni por qué pase, es tedioso y terriblemente agotador no contárselo a nadie. Porque no sirve, porque no te entienden, porque no les importa o porque sólo no es su prioridad. Porque, como todos, los problemas de los demás siempre van a ser menores para nosotros. Y, de la misma forma que nosotros sentimos, los demás también. Y como algo nos duele, a los demás también. Aunque todos sintamos, pensemos o actuemos distinto. Hay cosas que duelen, y que no se cuentan, porque no es fácil entender el dolor del otro. ImagÃnate que ni nosotros mismos podemos hacerlo, a veces. No tiene sentido criticar a alguien más, por lo que hace o deja de hacer, ni por lo que piensa. Porque ni nosotros mismos somos capaces de demostrar. Y el dolor se transforma bastante en ese camino, es bastante contradictorio lo que se siente con lo que mostramos por fuera.
CreÃa en todo, digo, me encargué de observarla siempre que podÃa; su positivismo extremo, la mentira del dolor, porque no lo creÃa en lo absoluto, solÃa verlo como algo subjetivo, sin sentido y querÃa encargarse de que todos lo supieran; su miedo extremista pero también su pasión, y aquà la razón: odiaba temerle a algo que amaba. Y puedo jurar que es su principal caracterÃstica para que la quiera tanto; tenÃa muchÃsimo orgullo, pero lo cierto es que lo único que necesitaba era que la quisieran; podÃa pasar por alto hasta los peores errores de los demás pero ella se exigÃa más que a nadie, hasta el punto de hacerse odiar, sabÃa también que por eso solÃa desagradarle a los demás; era inconstante hasta el cansancio, hasta a mà me molestaba su extraña y a veces odiosa manera de ser. No voy a mentirles, la odié por mucho tiempo y sin razón, hoy no tengo palabras para expresar cuánto extraño que esté acá.
Creo que otra cosa que tanto me encantaba, era su forma de ver las cosas, siempre pudo ver más allá de lo que alguien más podÃa, y me decÃa, y la escuchaba, hasta que dejó de hacerlo. La lluvia le hacÃa mal, solÃa pararse frente a la puerta y observar cómo caÃa agua, pero le dolÃa ver dolor en donde quizás no lo habÃa, el ambiente hacÃa triste todo lo demás; y aquà otra de mis cosas favoritas: era malditamente sensible, con todo, cosas y personas, se sentÃa mal por todo, por lo que no podÃa resolver, incluso por lo que no existÃa o no presentaba problema alguno, cómo explicarlo: se sentÃa culpable por demasiadas cosas, incluso con el más mÃnimo detalle, cuando sabÃa que habÃa hecho algo mal, porque, como dije, no aceptaba para ella algo menos que la perfección. Y aún asà con errores y aciertos yo la odiaba, la odiaba tanto.
Era sumamente superficial, hasta el cansancio, usaba a cada persona a su favor, sabÃa exactamente qué decir para conseguir lo que quisiera, aborrecÃa no poder lograrlo conmigo, de cierta forma éramos parecidas. Y eso también le dolÃa, saber que terminó siendo lo que juró jamás ser. Pero simplemente no podÃa evitarlo.
Le asustaba la oscuridad, veÃa cosas, sentÃa siempre una presencia, pero vamos de nuevo: amaba esas cosas, aunque les temiera.
Raras veces admitió un error, no se permitÃa esas cosas; odiaba sentirse menos que los demás, aunque más de una vez le hayan dicho que se creÃa más de lo que realmente podÃa llegar a ser, pero lo era, era más que todos ellos, en el buen sentido, aunque nunca me haya dejado hacerla entrar en razón.
TenÃa extrañas maneras de descargarse, no lloraba, no se lo permitÃa, "se me van a acabar las lágrimas para cuando realmente las necesite", me decÃa. HacÃa cualquier otra cosa, bailaba, miraba burbujas, extrañamente, la tranquilizaban, pero casi siempre preferÃa guardarse todo antes que preocupar a alguien más, antes que sentirse una molestia, siempre solÃa decirme que: el dolor es una etapa, que rara vez vamos a dejar de transitar, pero que aunque sea parte de nosotros, no es algo verdaderamente verÃdico, siempre tenemos la posibilidad de cambiar, de progresar y de parar lo que hace mal. Pero ella preferÃa sentirlo, pensaba que de esa forma se iba a ir más rápido. Y otra cosa más que amé desde el primer dÃa: anteponÃa la felicidad de los demás sobre la suya, siempre, porque no se preocupaba por ella, en lo absoluto, sabÃa bien qué pensamiento de su cabeza tocar, para que todo volviera a la normalidad.
Siempre se preocupó por su presente, por vivir con emociones, para ella no habÃa nada más verdadero que sentir, si no sentÃa no podÃa seguir, si habrá sido la razón por la que se alejó de tanta gente. No podÃa ver más allá que el mañana, como mucho; pensaba en lo que podÃa suceder y solÃa agobiarse cuando lo hacÃa, hasta que dejó de preocuparse por todo.
Lloraba, y mucho, pero hace mucho tiempo atrás, todos los dÃas de su vida, y se encargó de decirme que se sentÃa seca, que nada más podÃa hacerle sentir de la misma manera, que por eso querÃa guardar lágrimas, porque nunca iba a saber si las iba a necesitar en un momento realmente doloroso.
No podÃa enojarse, no podÃa gritar, no podÃa pelear con nadie más, porque en cuanto lo hacÃa se ponÃa a llorar. Odiaba ser asÃ. Pero yo la amaba, a veces.
Siempre tuvo la costumbre de decepcionarse de los demás, pero decir adiós era una de las cosas que más le costaba.
Era demasiado escéptica, tenÃa la costumbre de mirar a los demás y poder ver el dolor que los ojos tenÃan, para intentar ayudar, tantas veces lo hizo conmigo...
SabÃa instintivamente el punto débil de los demás, más de una vez lo usó a su favor. Odiaba lastimar, pero amaba hacer sufrir a alguien. Y es bastante contradictorio. De igual manera era demasiado hipócrita, y era algo que odiaba ver reflejado en alguien más.
Es que siempre pensó en hacer todo bien, y más de una vez desvió las cosas, siempre amó mover ciertas cosas de lugar pero no aguantaba cuando las consecuencias eran malas.
Y la quise tanto por la forma que tenÃa de mirarme, siempre me observaba desde una cierta distancia, con el miedo de saber a qué estaba enfrentándose, como si fuera algo fuera de lo normal, nunca supo cómo avanzar, lo supe, podÃamos pasar dÃas enteros hablando que no habÃa fin, no existÃa algo mejor. Por eso la aprendà a amar: después de decepciones, me hizo creer. Otra vez. Y fue algo tan preciado, siempre me acuerdo de lo que fue, pero como aún asà nunca va a volver a ser.
Creo que otra cosa que tanto me encantaba, era su forma de ver las cosas, siempre pudo ver más allá de lo que alguien más podÃa, y me decÃa, y la escuchaba, hasta que dejó de hacerlo. La lluvia le hacÃa mal, solÃa pararse frente a la puerta y observar cómo caÃa agua, pero le dolÃa ver dolor en donde quizás no lo habÃa, el ambiente hacÃa triste todo lo demás; y aquà otra de mis cosas favoritas: era malditamente sensible, con todo, cosas y personas, se sentÃa mal por todo, por lo que no podÃa resolver, incluso por lo que no existÃa o no presentaba problema alguno, cómo explicarlo: se sentÃa culpable por demasiadas cosas, incluso con el más mÃnimo detalle, cuando sabÃa que habÃa hecho algo mal, porque, como dije, no aceptaba para ella algo menos que la perfección. Y aún asà con errores y aciertos yo la odiaba, la odiaba tanto.
Era sumamente superficial, hasta el cansancio, usaba a cada persona a su favor, sabÃa exactamente qué decir para conseguir lo que quisiera, aborrecÃa no poder lograrlo conmigo, de cierta forma éramos parecidas. Y eso también le dolÃa, saber que terminó siendo lo que juró jamás ser. Pero simplemente no podÃa evitarlo.
Le asustaba la oscuridad, veÃa cosas, sentÃa siempre una presencia, pero vamos de nuevo: amaba esas cosas, aunque les temiera.
Raras veces admitió un error, no se permitÃa esas cosas; odiaba sentirse menos que los demás, aunque más de una vez le hayan dicho que se creÃa más de lo que realmente podÃa llegar a ser, pero lo era, era más que todos ellos, en el buen sentido, aunque nunca me haya dejado hacerla entrar en razón.
TenÃa extrañas maneras de descargarse, no lloraba, no se lo permitÃa, "se me van a acabar las lágrimas para cuando realmente las necesite", me decÃa. HacÃa cualquier otra cosa, bailaba, miraba burbujas, extrañamente, la tranquilizaban, pero casi siempre preferÃa guardarse todo antes que preocupar a alguien más, antes que sentirse una molestia, siempre solÃa decirme que: el dolor es una etapa, que rara vez vamos a dejar de transitar, pero que aunque sea parte de nosotros, no es algo verdaderamente verÃdico, siempre tenemos la posibilidad de cambiar, de progresar y de parar lo que hace mal. Pero ella preferÃa sentirlo, pensaba que de esa forma se iba a ir más rápido. Y otra cosa más que amé desde el primer dÃa: anteponÃa la felicidad de los demás sobre la suya, siempre, porque no se preocupaba por ella, en lo absoluto, sabÃa bien qué pensamiento de su cabeza tocar, para que todo volviera a la normalidad.
Siempre se preocupó por su presente, por vivir con emociones, para ella no habÃa nada más verdadero que sentir, si no sentÃa no podÃa seguir, si habrá sido la razón por la que se alejó de tanta gente. No podÃa ver más allá que el mañana, como mucho; pensaba en lo que podÃa suceder y solÃa agobiarse cuando lo hacÃa, hasta que dejó de preocuparse por todo.
Lloraba, y mucho, pero hace mucho tiempo atrás, todos los dÃas de su vida, y se encargó de decirme que se sentÃa seca, que nada más podÃa hacerle sentir de la misma manera, que por eso querÃa guardar lágrimas, porque nunca iba a saber si las iba a necesitar en un momento realmente doloroso.
No podÃa enojarse, no podÃa gritar, no podÃa pelear con nadie más, porque en cuanto lo hacÃa se ponÃa a llorar. Odiaba ser asÃ. Pero yo la amaba, a veces.
Siempre tuvo la costumbre de decepcionarse de los demás, pero decir adiós era una de las cosas que más le costaba.
Era demasiado escéptica, tenÃa la costumbre de mirar a los demás y poder ver el dolor que los ojos tenÃan, para intentar ayudar, tantas veces lo hizo conmigo...
SabÃa instintivamente el punto débil de los demás, más de una vez lo usó a su favor. Odiaba lastimar, pero amaba hacer sufrir a alguien. Y es bastante contradictorio. De igual manera era demasiado hipócrita, y era algo que odiaba ver reflejado en alguien más.
Es que siempre pensó en hacer todo bien, y más de una vez desvió las cosas, siempre amó mover ciertas cosas de lugar pero no aguantaba cuando las consecuencias eran malas.
Y la quise tanto por la forma que tenÃa de mirarme, siempre me observaba desde una cierta distancia, con el miedo de saber a qué estaba enfrentándose, como si fuera algo fuera de lo normal, nunca supo cómo avanzar, lo supe, podÃamos pasar dÃas enteros hablando que no habÃa fin, no existÃa algo mejor. Por eso la aprendà a amar: después de decepciones, me hizo creer. Otra vez. Y fue algo tan preciado, siempre me acuerdo de lo que fue, pero como aún asà nunca va a volver a ser.
Era bastante común quererte; digo, podÃa estar riéndome a carcajadas pero me detenÃa al pensar en que no te tenÃa. Era el detonante perfecto para mi malestar, para bien o para mal.
Estar me producÃa felicidad, pero al final del dÃa no hacia otra cosa mas que lastimarme; todo lo que quedó es un recuerdo lejano de lo que solÃamos querer.
Estar me producÃa felicidad, pero al final del dÃa no hacia otra cosa mas que lastimarme; todo lo que quedó es un recuerdo lejano de lo que solÃamos querer.
Me duelen los recuerdos. La costumbre y la emoción. Me apego a cualquier cosa que me haga sentir, porque hace mucho que no puedo. Y estoy terriblemente encariñada con tu sonrisa. Me hace sentir, me hace querer estar. Pero no puedo decir que me ayuda. Porque es dolorosamente lindo. Pero es terriblemente malo.